Se conoce como "síndrome de la quinceañera" a un raro comportamiento emocional más masculino que femenino que cada vez resulta más habitual y que extrañamente padecen hombres en la frontera de los cuarenta años.
La sociología moderna va aportando etiquetas a tropezones conforme el ritmo de los tiempos la supera, de este modo pudimos conocer el síndrome de Peter Pan (el maduro que se niega a crecer y aceptar su edad) o el síndrome de Rebeca (la fijación obsesiva por los amores pasados) por ejemplo.
El síndrome de la quinceañera lleva a quienes lo padecen aunque tengan cuarenta años y sean hombres a crear una inseguridad artificial que se escuda en frases y comportamientos histéricos (negación emocional, no gritos) del tipo "Aun no estoy preparado, he sufrido mucho", "Han jugado tanto con mis sentimientos en el pasado que necesito tiempo". "No me presiones, te amo, pero no me presiones. No se quiero salir a pasear o ir al cine, no me presiones" o finalmente "Soy debil, sufro, no me quiero implicar ni formalizar relación alguna por este motivo".
Tendríamos que distinguir las excusas de quien no quiere mantener una relación seria y usa siempre excusas de este tipo (perfectamente legítimo) a quienes padecen este moderno síndrome fácilmente reconocible por cuanto si realmente hacemos caso a sus peticiones y ruegos de no repetir más la palabra "vínculo" o "relación" en un comportamiento descerebrado nos acusará en poco tiempo de no querer algo serio y usarlo como juguete.
Suena sórdido y esperpéntico el comportamiento de una quinceañera adolescente en un hombre maduro pero es el signo de los tiempos que arroja determinadas lacras. Se identifica fácilmente, y lo mejor por ahora y mientras no se encuentren soluciones para la famosa histeria que hasta hoy se conceptuaba casi como algo exclusivo femenino en un tamaño error, está como en el síndrome de Peter Pan, alejarnos si en algo valoramos nuestras vidas.
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